Seguimos explorando las propuestas bilingües para chicos.
Este mes les propongo prestar especial atención a El jardín de Babaï, de Mandana Sadat. Se trata de un trabajo desafiante
y exquisito, realizado de manera integral por nuestra admirada artista
francesa.
La ilustradora Mandana Sadat es francesa, de padre iraní y madre
belga. Ese riquísimo cruce cultural anima El jardín de Babaï, editado por Kókinos; un hermoso libro en el que
texto, imagen, traducción y edición se orquestan de manera perfecta para
ofrecer una experiencia de lectura de audaz belleza.
Mandana participó del FILBITA 2016, un festival de literatura infantil
y juvenil organizado en Buenos Aires por la fundación FILBA. En el marco de los
talleres que coordinó, la ilustradora confesó que prefería no definirse por
ningún estilo plástico en particular, sino explorar y utilizar recursos artísticos
diversos. En el caso de El jardín de Babaï, un collage de texturas se entreteje
progresivamente para construir un tapiz muy colorido.
El libro de Mandana explora la direccionalidad de la lectura. Como anuncia
la portada: «Este libro propone una lectura en español y una lectura en persa
en sentido inverso». Siguiendo la lógica de lectura occidental, desde la tapa
hacia la contratapa, un narrador omnisciente narra en español el proceso de
construcción del jardín de Babaï.
«Babaï, el corderito, vivía en las montañas desiertas de Irán. Como allí
no había vida, Babaï se aburría. Hasta que un día tomó una gran decisión: haría
un jardín, un frondoso jardín.
Pero, para plantar un jardín, ¿qué era lo que tenía que buscar
primero?
¡Tierra, agua y sol! Babaï debía encontrar una parcela de tierra,
soleada, cerca de un manantial».
Sin embargo, si el recorrido se hace al revés, nos encontramos con una
reelaboración persa en la que un narrador testigo interroga a Babaï sobre el
origen de su jardín. El diálogo genera un retroceso evocativo hacia los
orígenes, que lleva a la deconstrucción del jardín.
«Paseaba un día por las montañas desiertas de Irán cuando de pronto
divisé una inmensa alfombra extendida en medio de ninguna parte. Decidí detenerme
allí ara tomar el té. ¡Ay! ¡Uy!, dijo la alfombra cuando iba a sentarme. Y entonces
me di cuenta de que no era una alfombra normal y corriente, no: descubrí que se
trataba de…
¡Un jardín! ¡Un exuberante jardín! De un lado me llegaba el perfume de
las flores, de otro lado escuchaba el rugido de un león, y detrás de mí oí una
vocecita: “Bienvenido a mi jardín”, dijo el medallón que había a mis pies, “soy
Babaï, el corderito”.
Maravillado le pregunté:
―¿Cómo? ¿Es tuyo este jardín? Pero ¿cómo has conseguido un jardín
tan extraordinario?».
Desde un punto de vista retórico, Mandana Sadat juega del derecho y
del revés con la metáfora del tapiz/jardín, con la prosopopeya y con el recurso
de la écfrasis, esto es, la descripción dinámica de un objeto artístico o
artesanal visual. Este último recurso fue muy utilizado en la literatura
clásica. Para evocar algunos famosos ejemplos, podemos recordar la descripción
del escudo forjado por Vulcano en el Libro 8 de La Eneida o la descripción de la manta del Carmen 64, de Catulo.
El jardín
de Babaï
constituye
un libro
con espesor artístico
que invita a
volver,
y que se disfruta
en cada visita.
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