sábado, 1 de abril de 2017

Los muy mayores (narrativa II)



Como anticipé en la entrada anterior («Los muy mayores, narrativa I»), en este abril nos dedicaremos a compartir libros que no se achican ante la vejez. Los invito a recorrer La casa de los cubos











A los argentinos, el título nos remite a un hito muy significativo en la historia de la literatura para niños. Me refiero a La torre de los cubos, de Laura Devetach, un libro publicado en la década del 60 que integró la lista de los materiales prohibidos por la última dictadura militar.  En la creación de Devetach, la torre de cubos remite al libro en sí mismo: una selección de cuentos reunidos como piezas de un juego que el lector armará y desarmará. Pero «La torre de los cubos» es también el título de uno de los cuentos. En el mismo, la torre representa el espacio de la fantasía y de los deseos infantiles; un territorio que Irene, la protagonista, explora estimulada por la complicidad de un viejo vendedor.

En el caso del libro de Kato e Hirata, el personaje central es un hombre viejo, y las preguntas son otras. ¿Qué pasaría si la torre de cubos fuera, en realidad, una casa de cubos? ¿Por qué alguien construiría algo con esa forma? ¿En qué se parecen una casa y un cuerpo? ¿Pueden envejecer juntos? La casa de los cubos es una narración transmigrada. Quiero decir, nació como corto animado y luego se trasladó al papel. Veamos el multipremiado video –que, entre otros, ganó el Oscar 2009–, para después pensar sobre los efectos de la metamorfosis editorial.





El pasaje del lenguaje audiovisual mudo al libro escrito altera la indeterminación que lo no dicho le aportaba a la historia. En particular, la escritura transforma al «hombre viejo» que se muestra en la película en «el abuelo». Este sutil desplazamiento ancla el sentido en otro sustrato narrativo, puesto que de entrada el personaje queda investido en una calidez vincular remarcada por los tonos amarillentos de la ilustración. Así, la soledad deja de ser tan rotunda y angustiante como mostraba el corto. En el libro las ausencias se nombran y se explican, los recuerdos cimientan el proyecto vital y el buzón flotante de la entrada de la casa indica que el contacto con los hijos que viven lejos se mantiene. A diferencia del corto, el libro parece sugerirnos que el abuelo no está solo en el mundo ni padece la soledad como aislamiento, sino que elige seguir viviendo allí donde su historia personal hace sentido.


El juego como metáfora


Un juego típicamente infantil como el de la torre de cubos se transforma en metáfora de un trayecto de vida que progresivamente se angosta y se eleva, en otras palabras, de un espacio vital cada vez más limitado y más próximo al cielo. En fin, en metáfora del envejecimiento. Pero la tensión dramática que tiene la historia surge cuando el juego de acumulación se cruza con otros dos juegos: el de lo visible/oculto y el de la construcción/destrucción.

Un incidente fortuito (la pérdida de la pipa en el corto y de las herramientas en el libro) compele al viejo a mirar hacia abajo, lo que en esta historia equivale a mirar hacia el pasado. El personaje se sumerge en los recuerdos, bucea en el océano de la memoria y gracias a ese descenso conocemos la historia de vida que sostiene el presente del personaje. Sentado con su traje de buzo en el fondo del mar, el abuelo logra una visión panorámica y reconciliada con la vida que construyó.

La casa de los cubos habla sobre una vejez potente que acepta los cambios y las pérdidas, al tiempo que transforma las limitaciones en nuevas posibilidades.  Es una invitación a seguir jugando mientras el tiempo fluya, incontenible como el agua.

Ficha

Título: La casa de los cubos
Autores: Kenya Hirata y Kunio Kato
Traducción: Mónica Kogiso
Lugar: Buenos Aires
Editorial: Adriana Hidalgo Editora (Pípala)
Año: 2011


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