sábado, 1 de octubre de 2016

Una conversación con la ilustradora Hanne Bartholin

Hanne Bartholin.
Foto de Anne-Li Engstrom
En 2001 el Ministerio de Cultura danés le otrorgó a Hanne Bartholin el Premio Ilustrador por Finn Herman, con textos de Mats Letén. Como resultado de esa notoriedad, el periodista Steffen Larsen se trasladó a la casa de la artista, en Copenhagen, para entrevistarla dentro de su entorno cotidiano. Como el libro álbum del cocodrilo hambriento no pierde vigencia ―pensemos que, en agosto de 2016, Hanne fue nuevamente premiada en China―, recuperamos la entrevista de Steffen Larsen para compartirla en el blog. De manera distendida, abordan aspectos relacionados con la vida de la ilustradora, su relación con Mats Letén en el proceso de producción de Finn Herman, algunos dilemas del trabajo y su visión personal de la existencia.






Dulce y ácida. Entrevista con Hanne Bartholin

Por Steffen Larsen (28/1/2002)
Traducción del danés: Beatriz Petersen



Había un cocodrilo llamado Finn Herman que paseaba por el camino. ¡Ñam! ¡Ñam! Ahora, Finn Herman le trajo a su mamá-ilustradora, Hanne Bartholin, el Premio Ilustrador del Ministerio de Cultura.


Cuando Hanne Bartholin anunció su llegada al mundo, la madre estaba sentada arriba de un cerezo en flor. Ya han pasado casi cuarenta años (N. de la T.: entrevista fechada en 2002). Fue en Nykøbing, Falster. Ahora, la ilustradora vive en Østerbro, en Copenhague, y florece. El Premio Ilustrador del Ministerio de Cultura está absolutamente bien colocado.

En realidad, uno podría haber reducido la vigencia del premio al otoño de 2001, porque es dentro de esos pocos meses que Hanne Bartholín avanzó con pasos de siete leguas. Tres libros. Tres distintos matices, técnicas, colores, etcétera, que van desde lo más ácido hasta lo más cálido.

En una época en la que los dibujantes jóvenes, «salvajes» ―a menudo, de la Escuela de Diseño de Kolding― se destacan con energía, Hanne Bartholin toca una melodía completamente distinta, orientada hacia la tranquilidad, la profundidad y la comprensión. ¿Y qué hay más tranquilo, pesado y lleno de reconocimiento (sobre los devorados) que, precisamente, el cocodrilo Finn Herman? Él le ha traído el gran premio a la ilustradora.

Finn Herman está colgado en su versión original de un metro de largo sobre la puerta de la iluminada sala que ella tiene en Østerbro. Un día de estos, se arrastra hacia abajo y la devora. Fue con Finn Herman, pero tranquilamente podría haber ocurrido con las ilustraciones de De bortblæste bogstever, de Louise Jensen, o con las del reciente libro sin texto En dag. Los tres juntos forman un signo de interrogación:

―Uno no creería que fuiste vos la misma persona que hizo estos tres libros.

―¿No lo haría? Sin embargo, tal vez tengan algunas cosas en común. Puedo manejar distintos estados de ánimo, dependiendo de lo que quiera generar. Los libros pequeños (silentes) ―Rejsen y En dag― son muy meditativos. Quiero que uno pueda introducirse en las ilustraciones, permanecer un largo rato en ellas, que se abran lentamente. Están construidos en capas, capa sobre capa. Trabajé mucho con las composiciones. Deben ser casi como modelos de cera, casi como íconos antiguos. Tienen que estar en silencio y en equilibrio. Aunque suceden muchísimas cosas, los elementos están estáticos.

―¿Y entonces, inmediatamente después dibujás de una manera distinta?

―También lo hago para desafiarme a mí misma, claro, y superar algunos límites. Me moriría de aburrimiento si dibujara todo el tiempo de la misma manera. Como ilustradora, tenés la posibilidad de probar con algo nuevo, de ir hacia donde no hacés pie. Por eso cambio todo el tiempo.


El cocodrilo Finn Herman

Pero es sobre el cocodrilo Finn Herman que tenemos que hablar. La madre es de color rosa, mientras que Finn Herman es azul y siniestro.

―¿Cómo se te ocurrió?

―Bueno, Mats (N. del E. [de la publicación Bogmarkedet]: Letén, que también es ilustrador) preguntó si tenía ganas de ilustrar uno de sus textos. Y claro que quería. Entonces, me lo mandó, junto con una larga lista sobre cómo tenían que verse las ilustraciones.

La señora era gris, y Finn Herman era verde, por supuesto; y vivían junto a una tapia de madera, que era amarilla. Así, había pequeñas ideas sobre cómo tenía que continuar con las ilustraciones. Claro que, por lo demás, ¡tenía las manos completamente libres! Sin embargo, un día llamó para ver cómo iba, y entonces le conté que la señora se había vuelto de color rosa, con la apariencia de una norteamericana rica, y que Fin Herman se había vuelto azul.

Originalmente había inventado una ilustración final en la que todos juntos (N. del E. [de la publicación Bogmarkedet]: todos los personajes que fueron comidos por el camino) tenían una fiesta dentro de la panza de Finn Herman, pero a Mats no le pareció bien. Se quedó absolutamente callado al teléfono, y después tuvo que ir a recostarse.

Pero yo seguía sin poder soportar que el relato terminara de esa manera, ¡así, no quería publicarlo para nada! Eso fue una verdadera crisis. Entonces le dije que tenía la idea de dibujar al final un set de hágalo-usted-mismo, con tijeras, aguja e hilo. Flemming (N. del E. [de la publicación Bogmarkedet]: Møldrup, de la editorial Gyldendal) me llevó hasta lo de Mats, en Jutlandia, y hablamos un día entero, hasta que nos pusimos de acuerdo. De hecho, hoy Mats está muy contento ―también por el final―. Y yo también estoy contenta por ese acuerdo. Me gusta que no sea alguien externo, sino que sea el propio niño, que recibe algunas herramientas, quien puede hacer algo al respecto. Es una acción integrada.

―¿Cómo inventaste los colores y las formas?

―Finn Herman me llegó cuando estaba sentada en San Cataldo, mirando hacia unas hermosas montañas azules. Y a la mamá rosada la vi mientras vivía en un pequeño altillo, en Londres.


La solución más arriesgada

―¿Tenés alguna frase de cabecera?

―Podría ser la que alguna vez dijo Karen Blixen: «Si estás en dudas, elegí siempre la solución más arriesgada».

―¿Podrías ilustrar a H. C. Andersen? ¿O preferís dibujar algún tipo de cuento en particular?

―Tranquilamente me veo dibujando los cuentos de H. C. Andersen. Podría ser La hija del rey de los pantanos, La reina de las nieves o Los cisnes salvajes. Es difícil elegir uno solo. H. C. Andersen es siempre actual y no debe ser ilustrado con un estilo delicadito. Él mismo usa la brocha gorda y la pluma mordaz, aunque a veces también la empuña con suavidad. Tiene que haber tanta riqueza en los dibujos como la que hay en sus matices. Él necesita contrastes, ¡entonces, sí que puede aletear!

―¿Cómo te llevás con Dios?

―Siempre creí en Dios y considero que es bueno que exista.

En privado, Hanne Bartholin escucha tanto a María Callas como a Elvis Costello. Lee poesía de Inger Christensen y Giorgos Seferis, libros sobre esculturas romanas y, a veces, a Thit Jensen. La inspiración artística le llega desde distintos canales, desde Munch hasta Lars Nørgaard y Jens Birkemose, pasando por Botticelli. Durante tres años trabajó junto con Kim Fupz Aakeson en una especie de diccionario. Tiene en parrilla un nuevo libro de Louise Jensen que trata sobre las letras. Viene en camino un proyecto con Thorstein Thomsen y, además, Hanne Bartholin sueña con hacer un libro sobre los autos «boteros» que vio en Cuba.

―¿Quién gana la punta en la liga de primera este sábado?

―¡Realmente, no lo sé! Reservo eso del deporte por televisión para cuando sea vieja ―que espero no llegar a ser, por lo menos, no vieja de mente―. Me encanta mi yoga matinal, ir de paseo al mar y mirar el horizonte; también, bailar. Con eso me basta.


Larsen, Steffen, «Dulce y ácida. Entrevista con Hanne Bartholin», en Bogmarkedet, año 148, N.° 4/5, 2002, págs. 23-25. Traducción de Beatriz Petersen. Disponible en danés en https://bogmarkedet.dk/artikel/s%C3%B8d-og-syrlig-tegner-hanne-bartholin. Última consulta 27/9/2016.