Hanne Bartholin. Foto de Anne-Li Engstrom |
En 2001 el Ministerio de Cultura danés le otrorgó a Hanne
Bartholin el Premio Ilustrador por Finn
Herman, con textos de Mats Letén. Como resultado de esa notoriedad, el
periodista Steffen Larsen se trasladó a la casa de la artista, en Copenhagen,
para entrevistarla dentro de su entorno cotidiano. Como el libro álbum del
cocodrilo hambriento no pierde vigencia ―pensemos que, en agosto de 2016,
Hanne fue nuevamente premiada en China―, recuperamos la entrevista de Steffen
Larsen para compartirla en el blog. De manera distendida, abordan aspectos
relacionados con la vida de la ilustradora, su relación con Mats Letén en el
proceso de producción de Finn Herman,
algunos dilemas del trabajo y su visión personal de la existencia.
Dulce y ácida. Entrevista con Hanne Bartholin
Por Steffen Larsen (28/1/2002)Traducción del danés: Beatriz Petersen
Había un cocodrilo llamado Finn Herman que paseaba por el
camino. ¡Ñam! ¡Ñam! Ahora, Finn Herman le trajo a su mamá-ilustradora, Hanne
Bartholin, el Premio Ilustrador del Ministerio de Cultura.
Cuando Hanne Bartholin anunció su llegada al mundo, la madre
estaba sentada arriba de un cerezo en flor. Ya han pasado casi cuarenta años (N.
de la T.: entrevista fechada en 2002). Fue en Nykøbing, Falster. Ahora, la
ilustradora vive en Østerbro, en Copenhague, y florece. El Premio Ilustrador
del Ministerio de Cultura está absolutamente bien colocado.
En realidad, uno podría haber reducido la vigencia del
premio al otoño de 2001, porque es dentro de esos pocos meses que Hanne
Bartholín avanzó con pasos de siete leguas. Tres libros. Tres distintos
matices, técnicas, colores, etcétera, que van desde lo más ácido hasta lo más
cálido.
En una época en la que los dibujantes jóvenes, «salvajes» ―a menudo,
de la Escuela de Diseño de Kolding― se destacan con energía, Hanne
Bartholin toca una melodía completamente distinta, orientada hacia la
tranquilidad, la profundidad y la comprensión. ¿Y qué hay más tranquilo, pesado
y lleno de reconocimiento (sobre los devorados) que, precisamente, el cocodrilo
Finn Herman? Él le ha traído el gran premio a la ilustradora.
Finn Herman está colgado en su versión original de un metro
de largo sobre la puerta de la iluminada sala que ella tiene en Østerbro. Un
día de estos, se arrastra hacia abajo y la devora. Fue con Finn Herman, pero tranquilamente podría haber ocurrido con las
ilustraciones de De bortblæste bogstever,
de Louise Jensen, o con las del reciente libro sin texto En dag. Los tres juntos forman un signo de interrogación:
―Uno no creería que fuiste vos la misma persona que hizo estos
tres libros.
―¿No lo haría? Sin embargo, tal vez tengan algunas cosas en
común. Puedo manejar distintos estados de ánimo, dependiendo de lo que quiera
generar. Los libros pequeños (silentes) ―Rejsen
y En dag― son muy meditativos. Quiero
que uno pueda introducirse en las ilustraciones, permanecer un largo rato en
ellas, que se abran lentamente. Están construidos en capas, capa sobre capa.
Trabajé mucho con las composiciones. Deben ser casi como modelos de cera, casi
como íconos antiguos. Tienen que estar en silencio y en equilibrio. Aunque
suceden muchísimas cosas, los elementos están estáticos.
―¿Y entonces, inmediatamente después dibujás de una manera distinta?
―También lo hago para desafiarme a mí misma, claro, y superar algunos
límites. Me moriría de aburrimiento si dibujara todo el tiempo de la misma
manera. Como ilustradora, tenés la posibilidad de probar con algo nuevo, de ir
hacia donde no hacés pie. Por eso cambio todo el tiempo.
El cocodrilo Finn
Herman
Pero es sobre el cocodrilo Finn Herman que tenemos que
hablar. La madre es de color rosa, mientras que Finn Herman es azul y
siniestro.
―¿Cómo se te ocurrió?
―Bueno, Mats (N. del E. [de la publicación Bogmarkedet]: Letén, que también es ilustrador) preguntó si tenía
ganas de ilustrar uno de sus textos. Y claro que quería. Entonces, me lo mandó,
junto con una larga lista sobre cómo tenían que verse las ilustraciones.
La señora era gris, y Finn Herman era verde, por supuesto; y vivían junto
a una tapia de madera, que era amarilla. Así, había pequeñas ideas sobre cómo
tenía que continuar con las ilustraciones. Claro que, por lo demás, ¡tenía las
manos completamente libres! Sin embargo, un día llamó para ver cómo iba, y
entonces le conté que la señora se había vuelto de color rosa, con la
apariencia de una norteamericana rica, y que Fin Herman se había vuelto azul.
Originalmente había inventado una ilustración final en la
que todos juntos (N. del E. [de la publicación Bogmarkedet]: todos los personajes que fueron comidos por el
camino) tenían una fiesta dentro de la panza de Finn Herman, pero a Mats no le
pareció bien. Se quedó absolutamente callado al teléfono, y después tuvo que ir
a recostarse.
Pero yo seguía sin poder soportar que el relato terminara de
esa manera, ¡así, no quería publicarlo para nada! Eso fue una verdadera crisis.
Entonces le dije que tenía la idea de dibujar al final un set de hágalo-usted-mismo,
con tijeras, aguja e hilo. Flemming (N. del E. [de la publicación Bogmarkedet]: Møldrup, de la editorial
Gyldendal) me llevó hasta lo de Mats, en Jutlandia, y hablamos un día entero,
hasta que nos pusimos de acuerdo. De hecho, hoy Mats está muy contento ―también
por el final―. Y yo también estoy contenta por ese acuerdo. Me gusta que no
sea alguien externo, sino que sea el propio niño, que recibe algunas
herramientas, quien puede hacer algo al respecto. Es una acción integrada.
―Finn Herman me llegó cuando estaba sentada en San Cataldo, mirando
hacia unas hermosas montañas azules. Y a la mamá rosada la vi mientras vivía en
un pequeño altillo, en Londres.
La solución
más arriesgada
―¿Tenés alguna frase de cabecera?
―Podría ser la que alguna vez dijo Karen Blixen: «Si estás en dudas,
elegí siempre la solución más arriesgada».
―¿Podrías ilustrar a H. C. Andersen? ¿O preferís dibujar algún tipo de
cuento en particular?
―Tranquilamente me veo dibujando los cuentos de H. C. Andersen. Podría
ser La hija del rey de los pantanos, La reina de las nieves o Los cisnes salvajes. Es difícil elegir
uno solo. H. C. Andersen es siempre actual y no debe ser ilustrado con un
estilo delicadito. Él mismo usa la brocha gorda y la pluma mordaz, aunque a
veces también la empuña con suavidad. Tiene que haber tanta riqueza en los
dibujos como la que hay en sus matices. Él necesita contrastes, ¡entonces, sí que puede aletear!
―¿Cómo te llevás con Dios?
―Siempre creí en Dios y considero que es bueno que exista.
En privado, Hanne Bartholin escucha tanto a María Callas como a Elvis
Costello. Lee poesía de Inger Christensen y Giorgos Seferis, libros sobre
esculturas romanas y, a veces, a Thit Jensen. La inspiración artística le llega
desde distintos canales, desde Munch hasta Lars Nørgaard y Jens Birkemose,
pasando por Botticelli. Durante tres años trabajó junto con Kim Fupz Aakeson en
una especie de diccionario. Tiene en parrilla un nuevo libro de Louise Jensen que
trata sobre las letras. Viene en camino un proyecto con Thorstein Thomsen y,
además, Hanne Bartholin sueña con hacer un libro sobre los autos «boteros» que
vio en Cuba.
―¿Quién gana la punta en la liga de primera este sábado?
―¡Realmente, no lo sé! Reservo eso del deporte por televisión para
cuando sea vieja ―que espero no llegar a ser, por lo menos, no vieja de mente―.
Me encanta mi yoga matinal, ir de paseo al mar y mirar el horizonte; también,
bailar. Con eso me basta.
Larsen, Steffen, «Dulce y ácida. Entrevista con Hanne Bartholin», en Bogmarkedet, año 148, N.° 4/5, 2002,
págs. 23-25. Traducción de Beatriz Petersen. Disponible en danés en https://bogmarkedet.dk/artikel/s%C3%B8d-og-syrlig-tegner-hanne-bartholin.
Última consulta 27/9/2016.