El primer libro argentino de literatura para niños puede
consultarse en la Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de
La Plata. Se trata de Cuentos,
escrito por Eduarda Mansilla a fines del siglo XIX. Es un ejemplar restaurado
de la edición original; de tan antiguo, el papel se hace virutas sobre la mesa
de lectura a medida que lo hojeamos. En esta entrada les informo más sobre este
libro que quiso ser un clásico… pero no lo fue.
Sentarse en la tradicional Sala de Lectura de la Biblioteca Pública de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) a hojear el
ejemplar original de Cuentos, de
Eduarda Mansilla, es una experiencia
de lectura muy rica que ofrece, además, la oportunidad de observar aspectos
materiales de la edición y del diseño.
¿Por qué prestarle atención a este libro? Porque, aunque ya
habían circulado relatos para niños en algunas publicaciones periódicas del
siglo XIX, Cuentos representa el
primer libro argentino dedicado a un destinatario infantil.
Está formado por un prólogo escrito por la autora, fechado en enero de 1881, más ocho cuentos y un
cuadro de costumbres escritos entre 1879 y 1881. Debo decir que la
datación es un poco polémica –puesto que la fecha de publicación que figura en
la tapa marca que el volumen fue editado en 1880 por la Imprenta de la
República–; pero más interesante que eso es destacar que las narraciones no
guardan un orden cronológico. Y ese aspecto es significativo porque evidencia
que, en la edición, los materiales literarios fueron dispuestos con la
intención de generar un efecto particular, tal vez asociado con el ritmo de
lectura, tal vez con los contenidos o con el sentido. Esta es una pregunta
valiosa desde la que quien tenga interés puede ingresar al libro, indagarlo y
plantear hipótesis.
Lectores
Otro aspecto relevante del libro reside en la manera en que
se prefigura al lector. Los receptores privilegiados son los niños: así lo
evidencia la misma Eduarda en el prólogo, así lo marcan las dedicatorias (cada
cuento incluye los nombres de los niños, almas tutelares a quienes está dedicado)
y así también lo muestran las interpelaciones directas que hace a lo largo del
libro. Como ejemplo, cito textualmente algunos fragmentos de «Una
palabra al lector». En la reproducción podrán advertir que la escritura culta
de la época se guiaba por normas ortográficas y pautas de puntuación diferentes a las que rigen en la actualidad. No
las enmiendo porque aportan espesor histórico al comentario.
Puede acaso aspirarse a mayor
gloria, que a cautivar la atención de los niños, críticos perfectos, de un
gusto esquisito, seguro […]? No. Y por mi parte esa gloria me bastaría. (Mansilla,
1880, pág. VII)
Cada uno de mis cuentos […] lleva
al frente el nombre del niño a que va dedicado. Es la imajen protectora que ha
de servir de salvaguardia y aun de inspiración á mi pobre ingenio (págs. VII y VIII).
He tratado de familiarizar á mis
jóvenes lectores, por medio de apólogos sencillos, con las idea delicada y
profunda, que en la naturaleza todo vive, todo siente; y que el sufrimiento no cuenta
solo por la cantidad sino por la calidad, mostrándoles que la virtud debe ser
amada porque es bella. Si mi fantasía me ha estraviado, voy en grata compañía (pág.
VIII).
La última cita evidencia el carácter moralizante que tienen
los relatos. Como correlato, Eduarda Mansilla también incluye dentro de su público
lector a las mujeres que harán de mediadoras en la lectura, principalmente a
las madres, pero también, a las educadoras. Este aspecto tiene un matiz
histórico asociado con el rol de la mujer en
la Argentina de fines del siglo XIX que es necesario no perder de vista.
¡Cuál ha sido
mi objeto al componer estos cuentos?
Debo confesarlo, aún cuando la pretensión
parezca superior á mis fuerzas. Vivir en la memoria de los niños argentinos! Penetrar
en el hogar por la puerta mágica de la fantasía, y que las madres encuentren en
mis cuentos con que reemplazar esos hoy olvidados, que en mi infancia contaba
yo á mi abuelita (pág. VI).
El primer cuento que aparece en el libro, «La jaulita », fue
publicado por primera vez en la revista femenina La Ondina de Plata. Como afirma María Florencia Buret:
El hecho de que
el primer relato infantil de Mansilla haya sido publicado inicialmente en una revista
destinada a mujeres, es relevante porque permite ver cómo esta literatura
específica surge en respuesta a una demanda social existente, en la cual la
mujer asumirá un rol central: la instrucción moral e intelectual de los niños.
Serán las madres las encargadas de aceptar o rechazar esos relatos, según los
consideren o no pertinentes para la educación de sus hijos. Eduarda Mansilla
pone al descubierto ese “poder” de las mujeres cuando, en el prólogo, desea
“que las madres encuentren” en sus cuentos los reemplazos adecuados a esos
relatos ya olvidados. En este sentido, las mujeres no serían simples mediadoras
de las narraciones infantiles sino también evaluadoras y, en cierto sentido, receptoras
directas de esos cuentos, pues las lecciones que se deducen de ellos también se
adaptan a la situación que viven las mujeres del siglo XIX. (Buret, 2013, pág.
3)
En fin, la escena de lectura arquetípica que construye el
libro se corresponde con una escena doméstica, ligada al disfrute aleccionador
de los niños de las clases más acomodadas.
Su principal modelo literario
En las primeras líneas del
prólogo, Eduarda Mansilla marca su principal influencia literaria a la hora de
redactar los cuentos:
Andersen, el maestro en materia de cuentos, ha narrado magistralmente
las aventuras de «Un soldadito de plomo.»
Siguiendo
sus huellas, he contado yo las de una Jaula dorada.
Si lo hice
bien ó mal, no me incumbe á mi decirlo; solo he intentado producir en español,
lo que creo nó existe aun original en ese idioma: es decir el género literario
de Andersen. (pág. V)
El tema merece una revisión más extensa de la que puede
abarcar esta nota. Sin embargo, un primer punto para empezar a tirar del piolín
está en la siguiente observación: Hans Christian Andersen utiliza una matriz
narrativa tradicional, la del cuento maravilloso, pero la somete a presión, la
desencaja, de manera que sus relatos no son planos, prolijos ni políticamente
correctos. Por su parte, Eduarda Mansilla inventa personajes que le permiten
vehiculizar una moralina aleccionadora predecible.
¿Es ese uno de los factores que impidieron que Cuentos trascendiera el marco de su
época, se convirtiera en clásico y pudiera interpelar a los lectores de otros
siglos? ¿Influyó el contexto cultural y la inexistencia de un campo literario sólido
en la Argentina de fines del siglo XIX? ¿En qué medida impactó su condición de
mujer? ¿Tuvo consecuencias para la difusión del libro el hecho de que ella hiciera
quemar toda su obra al morir?
¿Qué acogida hallará mi libro? Mi
intención es buena; tengo fé en esa pléyade entusiasta, generosa, que vá á
leerme. Ella me ha inspirado, en ella fio (pág. VIII).
Más de cien años después, lo que sí podemos afirmar como
respuesta a la pregunta que se hacía Eduarda Mansilla es que intenciones y fe
no hacen un clásico literario. El resto es materia que podemos investigar.
La edición de 2011
Al libro que integra el acervo histórico de la Biblioteca Pública de la UNLP le faltan algunas pocas páginas que la restauración, por más esforzada
que fuera, no pudo reponer. Quienes quieran una versión completa del material
pueden conseguir la edición anotada que pertenece a la
colección Ediciones Académicas de Literatura Argentina Siglos XIX y XX de la editorial Corregidor. El
estudio preliminar está a cargo de Hebe Beatriz Molina y está formado por dos
partes: una biografía de Eduarda Mansilla y una revisión crítica de los
cuentos.
Bibliografía y fuentes literarias citadas en esta entrada
Buret, M. F.
(2013). Los «Cuentos» (1880) de Eduarda mansilla [ponencia en línea]. V Jornadas de
Poéticas de
la Literatura Argentina para Niños, 13 y 14 de septiembre de 2013, La Plata, Argentina.
En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.2741/ev.2741.pdf.
Mansilla, E. (1880). Cuentos. Buenos Aires: Imprenta de la República.
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